viernes, 16 de noviembre de 2012

Luna blanca

Con el vaivén de unas leves alas
vino volando y se posó en la baranda de mi ventana.
No era nube, no era agua,
era luna y era blanca.

Cual soneto recitado bajo el balcón de la persona amada,
ella vino suavemente y calmada.

Penetró por las rendijas
y alegremente y con desparpajo
dijo:

   - ¡Levántate, qué es hora!

   - No es posible,
     si aún es madrugada.

Con los ojos somnolientos y desconcertada,
la busqué...

...y allí estaba,
riéndose de mí,
con risa amable,
brillante y nacarada.

   - ¿Por qué me despiertas a esta hora?, susurré.

   - Porque es la hora
     de verte de mi
     enamorada.

(Cualquier noche durante la primera primavera del año 1992)


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