martes, 24 de febrero de 2015



Te busco cada día,
y creo entrever tus raíces.
Paso indiferente a tu lado,
te escucho,
y tú lo sabes.






Paso por tu lado y presiento
el murmullo, intrincadas raíces
en un juego eterno que
nunca he de comprender.

Murmuras a mi paso,
y con su caricia indomable me tocas.

Me siento al pie de tu cuerpo,
y observo tus raíces misteriosas
abriendo paso al abismo que me llama.
Y entonces la envidia me gana.
(Capaz de levantar el vuelo
a la gloria del espacio infinito.)
Y yo, insignificante y absurda,
me creo necesaria
para un entramado del que nada entiendo,
del que nada soy.


¡Solo ayúdale a seguir despeinando mi pelo!, imploro,
desde los laberintos verdes y ocres del otoño
hasta la plenitud estival.