jueves, 16 de julio de 2015

El niño que se durmió

He olvidado el truco de magia que usaba.
Desprevenida me ha cogido,
y por más que lo pienso,
recordarlo no consigo.
Era una cuerda invisible
y aunque de ella tiraba y tiraba,
ella siempre estiraba.

Conservo esa cuerda,
aunque también se ha olvidado
del truco de magia que usaba,
cuando el tiempo
nada tenía que ver conmigo,
y el amargo recuerdo de la vuelta a la escuela
se perdía en tardes indolentes
de un verano que nunca acababa.

No cambio mi casa por otra más nueva,
eso firmemente creo a diario,
pero yo misma me descubro pensando si
no pediría a Crono,
que me devuelva ese truco de magia,
que me quite ese amargo sabor a estafa.
Que me devuelva aquel tiempo disfrutado inconsciente,
y que ahora cambiamos y ocupamos y preocupamos
con tribulaciones que nada nos acarician
y que no nos endulzan el alma,
como que un infante de siete te abrace
dulcemente y al oído te diga,
con el cariño limpio que solo un niño siente,
apretándolo con su voz, tu nombre.

Solo la infancia es verdadera,
y lo demás una gran estafa.


A Jorge