jueves, 23 de febrero de 2017

Llegó a Tierra
cubierta de piel fina.
La sangre y el barro formaron armadura
que quedó incrustada en cada músculo,
en cada mano... y por cada poro rezumaba amargura,
y en cada sonrisa,
nostalgia que es hipocresía.
Y es en el silencio de la noche
al amparo de la oscuridad cuando descubre que
somos lo que cada uno de nosotros quiere ser.

Es su amo.
Es su dueño
ese sentimiento que no echa a volar,
criando resentimiento.
Sola.
Tan sola como el ciprés del cementerio.

Dónde se escondieron esas caricias sanadoras,
dónde quedaron los brazos que compartieran tanto peso.